La Agencia Regulatoria de Gas y Electricidad de Inglaterra acaba de aprobar un aumento del 20% en los respectivos aranceles, elevando el gasto familiar promedio en este ámbito para algo entorno a mil libras esterlinas anuales, cerca de R$ 3.700,00. El consumo medio en ese país – y en la mayoría de los demás países de Europa Occidental – varía de 100 a 200 Gigajoules (GJ) por persona/país/año (un GJ equivale a la energía generada por 30 litros de gasolina).

La Agencia Regulatoria de Gas y Electricidad de Inglaterra acaba de aprobar un aumento del 20% en los respectivos aranceles, elevando el gasto familiar promedio en este ámbito para algo entorno a mil libras esterlinas anuales, cerca de R$ 3.700,00. El consumo medio en ese país – y en la mayoría de los demás países de Europa Occidental – varía de 100 a 200 Gigajoules (GJ) por persona/país/año (un GJ equivale a la energía generada por 30 litros de gasolina). En los Países Bajos y Escandinavia, este índice de consumo varía de 200 a 300, mientras que en Polonia, Países Bálticos y Portugal varía de 0 a 100. El promedio mundial de consumo es de 59 GJ.

En Inglaterra, los dos servicios son privados y el aumento aprobado por el gobierno es insoportable para muchos pensionados y familias pobres, ya que la inflación en los últimos años, así como los reajustes salariales, pocas veces sobrepasan el 1%. Actualmente, Inglaterra es conocida como uno de los países europeos en que el costo de vida es más elevado y con una mano de obra relativamente barata, debido a las políticas de flexibilización del mercado laboral (de ahí nació la expresión “Working Poor” (Trabajadores Pobres). Al contrario de la época del “Welfare Stare”, hoy en día el hecho de tener un empleo ya no asegura suficientes ingresos para vivir bien, sólo lo suficiente para cubrir las necesidades realmente básicas.

Los reajustes de estos servicios se hicieron cada vez más comunes; en otros países europeos, como en Holanda, por ejemplo, ya sobrepasaron el 50% a lo largo de los últimos tres años. La privatización de servicios públicos básicos, como electricidad, gas y agua en los países industrializados del hemisferio norte ha creado un nuevo paradigma de costo de vida para sus ciudadanos y más un ataque al Estado de Bienestar Social, sobre todo en Europa.

El aumento de los costos de vivienda y servicios públicos básicos al mismo tiempo que los diversos subsidios sociales gubernamentales son reducidos, está generando un nuevo tipo de exclusión social, al obligar las familias más pobres a optar entre calentar sus casas o alimentarse de forma adecuada en los países en que, por razones climáticas, hay una gran demanda de energía eléctrica.

El tema de la energía también ha provocado otros debates en la Unión Europea. Una empresa privada de energía eléctrica alemana, la E.ON, demostró interés en comprar la empresa privada española del mismo sector, Endesa. La Enel italiana estaba interesada en comprar la Suez Lyonnnaise des Eaux, ya que esta posee una empresa de energía en Bélgica, la Tractebel. Las reacciones de los gobiernos español y francés, respectivamente, fueron las de estimular la fusión entre Endesa y la Gas Natural, y de la Suez Lyonnaise con la estatal Gaz de France.

Según los partidos políticos europeos adeptos del neoliberalismo, esta postura de estimular la formación de fuertes empresas nacionales representa la vuelta al “viejo nacionalismo europeo”, cuando el mercado tendría que ser liberalizado para constituir empresas con mayor escala de producción y comercialización en el ámbito europeo, ofreciendo así menores precios a los consumidores. Lo que omiten es que en estos servicios la competencia es limitada y el ahorro de escala en realidad representa la formación de oligopolios privados con un poder todavía mayor que el que ya poseen para imponer los precios que quieran. Lea más en “Energy Policy in Europe: Nationalism is Alive and Well”).

Además, la continuidad de la ocupación de Irak y las incertidumbres que advienen de la política de Estados Unidos y sus aliados conservadores en Europa en lo que concierne al Medio Oriente, son factores fundamentales para el mantenimiento del alto precio del gas y petróleo, así como del peso de estos insumos en la matriz energética europea. Una mayor liberalización no ayudará a la paz ni al “Welfare State”.

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